Por Dani Bravo. El coche del príncipe Carlos zarandeado, lleno de pintura y acosado por los estudiantes ha sido la imagen con la que nos han presentado los medios las protestas estudiantiles en Londres. “Fallos de seguridad” inusuales en la protección a la familia real británica.
Esto nos muestra dos cosas: la primera, y más evidente, es que los medios tratan (como siempre) de criminalizar cualquier protesta, exhibiendo roturas de escaparates y enfrentamientos con la policía. Pero también nos muestra que las protestas están siendo lo bastante fuertes como para coger al Estado por sorpresa y llegar a desbordar a la policía.
El pasado jueves 9 fue el día clave. Anteriormente, se habían mantenido ocupaciones en muchas universidades (Londres, Leeds, Edimburgo, Manchester, Newcastle y varias más), pero ese día se votaba en el parlamento la subida de tasas (recordemos, de hasta un 300%). Miles de estudiantes universitarios y de secundaria cercaron el parlamento, organizados desde asambleas. En la marcha se leyeron comunicados de apoyo de diversos sindicatos, y un clamor estalló al llamamiento por una huelga general. Pese al enorme despliegue policial que se ha cobrado más de 20 heridos, con testimonios muy duros sobre la brutalidad empleada, los estudiantes consiguieron llegar a la plaza del parlamento superando cordones y cargas de policía. Las estudiantes buscaban, y consiguieron, acercarse lo más posible para hacer oír sus voces a la cámara que en esos momentos votaba un brutal ataque a la educación pública. Pero, tras conocerse el resultado de la votación (323 votos a favor por 302 en contra), se enardecieron los ánimos. Un estudiante gritó: “Hemos luchado pacíficamente y no ha servido para nada. Ahora podemos luchar como queramos”. Las protestas se dirigieron entonces contra Hacienda y la Corte Suprema, símbolos del poder económico y político que está llevando a cabo los mayores recortes en derechos sociales de la historia. Sigue leyendo